jueves, 19 de abril de 2012

Cornudos y apaleados

El pueblo español está en pie de guerra. Encabronado. Porque una cosa es que haya crisis y tal, que puede ser entendible y si hay que apretarse el cinturón, nos lo apretamos. Adiós al chuletón de kobe y al foie en la nevera y a recibir de nuevo con alegría a la pechuga de pollo y las lentejas. Peor se estuvo en la posguerra, que ni para pollo había y nos tocaba depredar a las ratas, que por raro que suene, bien nos ilustró Delibes sobre lo duro que tuvo que ser aquello. Ahora con la crisis, lo que al español le jode es ir al supermercado y hacer cola para comprar un kilo de legumbres, levantar la vista y ver a la nobleza tibia de caviar y percebes. Por ahí sí que no se pasa. Lo que expresa tan claramente el refranero como además de puta, poner la cama.

Y la cama primero nos la ha hecho poner Rajoy. Nuestro Marianico. Tan entrañable él. Tan concienzudo. Tan coherente. ¿Qué hay que recaudar? pues se enfunda el disfraz de Sheriff de Nottingham y a sajar a la plebe a base de subidas de IRPF. Mientras tanto, las sicav bien, gracias. Como con esto se conoce que no consiguió enfadar demasiado a la gente, lo próximo fue la amnistía para las grandes fortunas en dinero negro. Por un 10% queda todo limpio, limpísimo. Ni en los anuncios de Ariel dan tanta blancura. Un 10%. Que no cobra tan poco ni el abogado corrupto que se encarga del blanqueo de la mafia. En The Wire veíamos a los Avon Barksdale o Marlo Stanfield cagando fuego entre funerarias, negocios inmobiliarios o abogados sobornados para dejar medianamente legales sus fajos de billetes y resulta que todo era mucho más fácil. Podían haberse ido de vacaciones a Ibiza y, de paso, legalizar unos pocos eurillos. Claro, que todo sea por cuadrar los presupuestos, aunque sea a base de no ya maquillar las cuentas, sino directamente meterlas en quirófano y hacerles la liposucción, un poquillo de bótox y lo que caiga.

Hablando de bótox, gracias a él la Kirchner ha conseguido una cara de campeona de póker y nos ha ganado la mano en la partida que jugaba con nuestro Gobierno con la expropiación de YPF. Nuestra reacción, cuando unos se temían la misma firmeza que tuvo Aznar con Perejil, ha sido un tanto diferente. Mariano ha estado templado. Hay quien le llamara cagón porque ahí teníamos que haber puesto los huevos sobre la mesa, a ver quién la tiene más larga, y haberles ocupado, aunque fuera, los cuatro cubitos de hielo que queden del Perito Moreno. Yo, sin embargo, me alegro de la tibieza de Mariano, que aún estoy en la reserva y sin mili ni leches, como me pongan ahora un cetme entre las manos, ríete tú de las habilidades de la Familia Real con una escopeta cerca.

Porque el Rey, aprovechando que Froilán le iba a dejar tranquilo una semana, se lió la manta a la cabeza y se fue a cazar elefantes a Botswana (África). Lo ha hecho por nuestra cultura general, porque hasta hace tres días, aquí preguntabas por Botswana y la gente te diría convencidísima que era el lateral izquierdo suplente del Rennes. Ahora no. No sólo sabemos que es un país, sino que sabemos situarlo en el mapa. Que a ese nivel llegamos con Portugal, Francia y para de contar. Pues como decía, nuestro Juancar se fue de estrangis a cazar elefantes con tan mala suerte que se rompió la cadera y los que le cazamos fuimos nosotros, sus pobres súbditos. Pero lo que nos molestó no es estar con el agua al cuello mientras él anda viviendo la vida loca, que la vida son cuatro días y hay que disfrutarla. Lo que a la plebe le ha jodido es que el Monarca ande cazando un elefante por África cuando podía haber estado cazando a una zorra en Argentina. Así nadie se habría quejado. Ni aquí, ni allí. Y todos contentos.

miércoles, 18 de abril de 2012

Compuesto y sin Champions

Ayer hubo partido de Semifinales de Champions. De escenario, un estadio ensordecedor, de esos que te obligan a bajar el sonido de la tele para no molestar a la parienta. Y de protagonistas, dos de los grandes clubes europeos. Todo idílico, como si de un cuento de hadas se tratara, hasta podíamos ver a Quasimodo corriendo la banda, aunque desde que abandonara Eurodisney se convirtiera al islam y en un putero. Que el islam prohíbe comer cerdo y te quita el jamón, no a la jamona. Sólo faltaba. Luego el cuento tornó en vulgar remake de peli de miedo Serie B, de esas de cuando nos largaban de eliminatorias equipos del empaque del Lyon o el Irún, pero al menos nos volvimos a casa sin un saco de goles, lo que nos hace soñar con una remontada en el Bernabéu.

El Madrid salió enchufado, a por el partido desde el minuto uno. Presión alta, robando en el medio campo y no dejando pensar a los alemanes, a los que no les quedaba más alternativa que jugar al estilo Clemente: patapum p'arriba y que las bajara Mario Gómez, el único jugador alemán del que hablaré en primera persona, que para eso es el único del que puedo escribir el nombre. El madridismo estaba confiante, mano en los genitales como Bardem en el cartel de Jamón, Jamón. Estaban los chavales tan confiados que hasta decidieron probar a Neuer para que se luciera, como queriendo señalar a la afición que eso sí que es un portero de verdad. Uno se lamentaba de haber apostado los cuartos a un resultado corto a favor del Madrid hasta que en un córner nos cascaron el primero. En otras circunstancias diría que fue un golpe de mala suerte, un barullo en el que los rechaces favorecieron al contrario o, incluso, que el árbitro se comió mano y fuera de juego, pero no. Lo del Madrí con los córners está alcanzando el dramatismo de M.A. con los aviones, así que hasta que nuestro Mourdoc nos drogue para que podamos pasar por esos amargos tragos sin perder el control, no nos queda otra que coger un rosario y encomendarnos a todos los santos. Antes nos comíamos los balones por alto, ahora también por bajo. Algo ayuda el tener a un portero de futbolín, con una movilidad exquisita de palo a palo, pero ojalá tuviera en sus salidas la misma longitud de sus ya indisimulables entradas. Hay mendigos que sueñan en las frías noches de invierno con el cartón que deja ver el pelo de Íker.
El gol nos dejó noqueados. Anduvimos el resto de la primera parte con la mirada perdida, buscando no se sabe bien si el túnel de vestuario, el banquillo o el reloj para poder bajar a que nos graparan el ojo y nos cortaran las hemorragias, que amenazaban con dejarnos KO en el partido de ida. Uno soñaba con que saliéramos del túnel con Altintop a la cabeza, aunque sólo fuera por verle, cimitarra en mano, matando infieles en tierras teutonas, pero más bien salimos encabezados por Harry Potter, dependiendo más nuestro gol de la magia que de un trabajo de acoso y derribo como Dios manda. A medida que pasaban los minutos, la esperanza iba dejando paso a esa sensación victimista que trabajamos tan duro en la época de los López Caro, Juandes y Chústeres. Los recientes desaires de la Corona española obligan al Madrid a hacer honor a su título Real y, si el Monarca se rompe la cadera, nosotros nos partimos por la columna. Algún cartel de Wanted con la cara de Alonso se pudo ver por Múnich. En la rueda de prensa posterior, mis tres meses de alemán en el colegio me ayudaron a entender alguna maldad del tipo de, si además del robo de las botas, también habían secuestrado a Alonso. Seguimos sin noticias suyas, con el bueno de Khedira cubriendo todo el centro del campo y, además, recibiendo las leches de la prensa que no se atreven a lanzar al tolosarra. Con este panorama tan negro, nuestra Santísima Trinidad tuvo a bien manifestarse y darnos el gol del empate.

Sin comerlo ni beberlo, sacábamos un empate fuera de casa en Champions. Con el pito y tal. El Bayern obligado a atacar y nosotros, con tres cambios por delante, podríamos por fin contar con los espacios a lo que nos gusta. Controlar el centro del campo y machacar a la contra. Pues no. Mou sufrió uno de sus ya habituales ataques de entrenador en grandes citas y sacó a Marcelo por Ozil y a Granero por Di María. Ni posesión, ni verticalidad, ni nada de nada. Al contrario de lo que pudiera parecer, colocó al carioca por la derecha, dejando a Coentrao solo contra Robben y Lahm. Y sobre la bocina, Lahm deja atrás a un Coentrao que se va al suelo demasiado pronto, quizás confiando en que alguno de sus compañeros le hiciera la cobertura. Centro flojo, raso y por el centro que Pepe no despeja y Casillas se quedan mirando con el anhelo de poder alcanzarlo si tan solo no le obligaran a estar quieto sobre la línea de gol las cadenas que le atan a la portería. Mario Gómez la pilla y gol y nos quedamos todos con la misma cara de tonto que se le debe quedar a Ramos cada vez que le exijan una respuesta que se aleje del monosílabo. Este es el nivel real de nuestro Real. Y, como la familia real, nos disparamos al pie. Hemos empezado a pensar que, o nos emborrachan al oso y al elefante o nos tendremos que conformar con la caza del pichón.

miércoles, 11 de abril de 2012

Cuarenta y nueve millones de razones.


Hace miles de años nuestros antepasados se buscaban las habichuelas a pedradas o lanza en mano. Tal y como vemos ahora en los documentales mientras suena el Así Habló Zaratustra de Strauss, el hombre prehistórico dormía en cuevas al resguardo de los elementos, cazaba y recolectaba lo que se encontrara por su camino. Con los años el hombre evolucionó y empezó a someter al entorno a su antojo. Descubrió que era mucho más complaciente el encasquetarle a cuatro mataos las tareas de caza, siembra y cosecha. Con las necesidades básicas cubiertas es cuando el hombre empieza a aburrirse y se busca entretenimientos alternativos. Aún es pronto para la PS3 así que o bien tocaba emborracharse con los amigotes en la caverna más cercana o ponerse a pintar murales. Así llega el arte. De pintar cuevas con escenas de caza a amasar figuras o aporrear cocos con huesos. Ahí está el origen de lo que más tarde perfeccionarían Velázquez o Quevedo. Mozart o Van Gogh. Shakespeare o Da Vinci.

Luego la cosa ha ido degenerando poco a poco. Hemos pasado de dramaturgos como Lope de Vega a la Sinde; del maestro Rodrigo a Melendi y uno se pone a darle vueltas a la cabeza y, a mí que me disculpen, pero no hay nada de malo en llamar a las cosas por su nombre. De la misma manera que no pretendo que se llame alta cocina creativa al sandwich mixto que me preparo de madrugada para empapar los cubatas que han caído de bar en bar, no quiero que se llame arte ni cultura al último disco de El Barrio o Bebe. Ni a la última película de Médem, o tendremos que empezar a considerar al orfidal el súmmum de la deconstrucción culinaria. Que lo llamen showbusiness, como hacen los yankis, que eso sí refleja la realidad. Negocio del espectáculo, lo traduzco al español porque los idiomas no andan entre los puntos fuertes del ibérico medio. Los idiomas útiles, quicir, que para reivindicar el bable o el euskera siempre tenemos tiempo. A lo que iba: lo que pretenden vendernos como cultura no es más que un entretenimiento, un espectáculo. Como el fútbol, un concierto o los videojuegos. Y como espectáculo, no tiene por qué recibir un duro de subvención. El Gobierno ha reducido las ayudas a cultura este año a 49 kilos. Exactamente 49 millones más de lo que habría que destinar.

Y no es crueldad. Es por su propio bien, que el hambre agudiza el ingenio. Esperemos que con unas famélicas ayudas al cine patrio, a éste no le queden más cojones que decidirse a producir películas que interesen al público. O a rebuscar un poco entre actores con más talento y menos enchufe, que luego en cualquier americanada un niño en un papel secundario le saca los colores a nuestros grandes actores nacionales, esos que no dejan de acumular Goyas en sus estanterías y que endogamizan desde hace décadas el mundo del espectáculo español. Que Cervantes escribió El Quijote estando más pelao que las arcas griegas, con lo que no cuela aquello de que sin subvención no hay cultura. Y menos hoy, que con un ordenador y cuatro perras haces maravillas. Así que, señor Rajoy, le propongo que en vez de tanta amnistía fiscal que no se sabe si recaudará un euro o un millón, ¿por qué no recortar 49 milloncejos más en cine? Total, lo peor que nos puede pasar es que suspendan la gala de los Goya...

lunes, 9 de abril de 2012

Medidas anticrisis, funcionarios y políticos.

De vuelta de las vacaciones, donde he aprovechado para hacer ejercicio de pulgares dándole fuerte al mando de la PS3, he vuelto a retomar viejas costumbres. Levantarme ojeroso con el sonido del despertador. Ducharme y prepararme un café con la apariencia de uno de los caminantes de The Walking Dead y coger la moto para llegar a mi Guantánamo particular: el trabajo. Con la vuelta a la oficina también retomo el café de sobremesa dando un vistazo a las ediciones digitales de la prensa. Como ayer empató el Madrí, he pasado de los deportes y he optado por un análisis de FEDEA sobre la situación de la economía española.

En parte es un muy acertado análisis de lo que tenemos. Digo en parte porque patina en aquello que ellos mismos critican al Gobierno: el populismo. Muy certeros al señalar la calamitosa decisión de Rajoy de esperar a las elecciones andaluzas y asturianas para mover ficha. Todo un estratega. Su jugada maestra será estudiada en las escuelas militares españolas junto con el asedio del 36 al Alcázar de Toledo. También han estado certeros Garicano, Fernández-Villaverde y Santos apuntando la inutilidad de medidas como la subida del IRPF si luego vas a desgravar, otra vez, la compra de vivienda. Pero luego vuelven a lo de siempre: las pensiones y los funcionarios.

A día de hoy pedir que se les baje el sueldo a los funcionarios es trending topic universal en Twitter. Se considera funcionario sólo al tío ojeroso con barba de tres días y sueldo rondando los mil euros que se habrá tirado las últimas décadas de su vida aguantando las buenas maneras de las que los españoles siempre hacemos gala en nuestros actos sociales. O la mujer menopáusica que tendrá sueños húmedos con llegar a su cubículo en Hacienda con un revólver de 40mm y liarse a tiros con el primero que le mente a sus muertos. Normal que eso amargue el carácter. Pero se nos olvida que funcionarios son también los médicos y profesores. Y los bomberos. O mucha gente muy preparada y que se mantienen fuera de la primera línea de combate.

El problema de este país no son los funcionarios. Va en la misma partida presupuestaria, pero no repercute en los bolsillos de los pobres mataos que cambian las cañas por La Latina un domingo cualquiera -ahora que vuelve el buen tiempo- por los códigos civiles en las bibliotecas. El recorte habría que hacerlo en los puestos de libre designación. Aquellos que, hablando en plata, están puestos a dedo. Los consejeros, amiguetes y demás enchufados cuyo mérito no es haberse sacado una oposición, sino haber aprovechado las cañas de los domingos para hacerle la rosca al político de turno para que le colocara en la administración y no de mileuristas precisamente. O esas federaciones que tenemos repartidas por toda la piel del toro donde, a cuenta del dinero público, se manda a los dirigentes políticos ya amortizados a un retiro dorado. Cementerios de elefantes que se llevan un buen pico de los PGE. O las subvenciones a sindicatos y partidos políticos, que tendrían que autofinanciarse. Ya se lucrarán bastante cuando lleguen al poder como para que encima se lucren cuando están en la oposición.

Que luego pasa lo que pasa. Cuando a uno le tocan los años en el poder, los perdedores, en vez de bucear entre cifras y estudios para preparar un programa electoral top, que diría Mourinho, más bien bucean entre litros de licor 43. Porque sólo la embriaguez explicaría los debates parlamentarios que tenemos en este país, cada vez parecidos a una batalla dialéctica entre Gordopilo y Calculín, dos niños repelentes de colegio de curas, en su primer acercamiento a los mundos del dyc con coca-cola. Pues no, señores. Que me parece muy bien que quieran vivir del cuento hasta que les llegue su turno en la Moncloa, lotería que, al contrario que los Euromillones, siempre acaba tocando. A los partidos políticos cero financiación. Que se añadan más casillas a la declaración de la renta. Iglesia, oenegés, partidos políticos, sindicatos y que cada uno mande el dinero a donde le salga de las narices. Pero que dejen de chupar del bote. Y no les sugiero lo que sí podrían chupar porque me cierran el blog. He dicho.