sábado, 10 de marzo de 2012

Refundación.

Al final parece que los sindicatos han dado el do de pecho y se lanzan a la desesperada contra la reforma laboral del Gobierno. Digo a la desesperada porque su imagen ha quedado inequivocamente dañada durante las dos legislaturas pasadas cuando, en vez de golpear con fuerza la mesa y gritar un basta ya mientras las cifras de paro crecían y crecían, a pesar de los esfuerzos del ejecutivo por maquillar las cifras con más énfasis que los Fisher ponían en dejar presentables los cadáveres que llegaban al negocio familiar en Six Feet Under. 

Durante el Gobierno del PSOE los sindicatos han quedado a la altura de los policías corruptos en las películas de la mafia. Esos que, de cuando en cuando, se sientan en la mesa, adornada con un mantel rojo de cuadros, que ocupa  el capo mientras éste sorbe con delicadeza su espresso e intercambian unas frases vacías hasta que el chico de los recados aparece con un sobre marrón atado con gomas. Zapatero silenció a los sindicatos a base de subvenciones y estos, de tanto hacerse los suecos, poco les faltó para acudir al registro a cambiarse los nombres por unos más acordes a su nueva condición escandinava. Toxoson y Mendezberg. Nuestros líderes sindicales.

Esta situación ha creado un desapego entre las personas que, supuestamente, deben velar por los intereses del trabajador y el propio trabajador, asfixiado y sumido en la depresión de ver que, cuanto más nada para evitar ahogarse, más se aleja de la orilla. El trabajador que hace auténticos prodigios de ingeniería financiera -ríete tú de las virguerías contables de las grandes fortunas para defraudar a Hacienda- para pagar las letras de la casa, el colegio de los niños y que no falten unas lentejas en la mesa. El líder sindical que colecciona relojes de lujo y gusta de probar los restaurantes más exclusivos que pueda encontrar.

Aquí ya no hay vuelta de hoja. Se ha alcanzado el punto de no retorno y tan sólo los más incondicionales o fanáticos pueden defender los métodos de los líderes de UGT y CCOO. Siempre nos quedará la duda de si esta huelga es por la rebaja en las subvenciones o realmente les preocupa la situación laboral del país. Porque las políticas no pueden juzgarse con inmediatez en el tiempo. Si el Gobierno quiere remangarse y sacarnos adelante, sabe que las reformas estructurales necesarias le harán perder las elecciones. Somos la primera generación que va a vivir peor que sus padres. Como me dijo un amigo en perfecto estado de sobriedad, nuestra generación va a sacrificarse para que nuestros hijos puedan crecer como lo hicimos nosotros. Y con esa mentalidad debemos remar todos en la misma dirección. Ni protestas ni huelgas porque no te gusten las siglas que nos gobiernan porque así no saldremos adelante.

Aunque en España siempre ha tenido mucho tirón el corto plazo, cuyo máximo representante siempre ha sido Keynes, un tipo listo. Brillante en su visión de que lo importante, en política, es ver el resultado a un mes vista. Como él decía: a largo plazo, todos muertos. Para entendernos, las políticas con rédito político -quicir, electoral- se asemejan a un amanecer de resaca en el que acudes a un bloody mary. Alivio instantáneo de los síntomas, aunque por la tarde quieras morir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario