"Joder, ¿cómo no he podido darme cuenta antes?" me autorecrimino mientras mentalmente repaso a toda prisa todo lo que ha pasado en los últimos días. Los presagios eran bien claros. El infierno se abría paso a machetazos en Madrid para dar la bienvenida al Innombrable, al Maligno, al Maestro de la Oscuridad. Al puto Baúl, vamos. Me entra un cargo de conciencia pensando en las miradas llenas de odio que le dedicaba al chaval regordete con camiseta de El Gran Héroe Americano que tenía sentado al lado en el metro, culpándole de la pestilencia que inundaba el vagón y resulta que era el azufre ascendiendo directamente desde los abismos. Corriendo acudí a rebuscar entre los comentarios de Fans a ver si encontraba alguna pista clarificadora en las búsquedas que nos regala El Socio pero nada. No hay nada esperanzador que ver ahí. El día 22 de Agosto del año de Nuestro Señor 2013 será recordado como el día que el Anti Cristo volvió a reducir a cenizas la verde hierba del Bernabéu. Nunca más volverá a crecer el césped en Chamartín, sepultado bajo montañas de cáscaras de pipas saladas.
Comentan que unos valientes que se hacen llamar Primavera Blanca tienen previsto acudir a las puertas del estadio con la intención de recoger firmas para no sé qué noble fin de independencia del club frente a la prensa y tal, pero no nos engañemos, esta noche se vivirá un acontecimiento planetario, que diría la Pajín, el encuentro de un Casillas ya convertido al lado oscuro con el Rulo. Así que no quiero ser pesimista, pero más que una recogida de firmas, la única solución plausible que veo sería rociar con agua bendita desde Padre Damián a la Castellana; desde Rafael Salgado a Concha Espina y esperar acurrucados a las puertas, rosario en mano y sin saltarnos ni una sola cuenta, a que caigan los piperos al contacto con el agua cual vampiros en una película de John Carpenter. Igual así conseguimos un nuevo amanecer para el madridismo, que surgiría de nuevo de las ruinas de su presente firmemente asentado sobre unas nuevas bases rezumantes de orgullo, con nuestros capitanes y jugadores convertidos en un ejemplo de profesionalidad y cerrando filas siempre para evitar que cualquier elemento externo les aleje de su meta: la conquista en primavera de la Copa de Europa. Los partidos los jugaríamos todos los domingos en paz sobre verdes y paradisíacos prados donde la gente no parara de animar durante los noventa minutos pero, qué coño, ¿entonces qué tendría de divertido ser del Madrid?
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