miércoles, 18 de abril de 2012

Compuesto y sin Champions

Ayer hubo partido de Semifinales de Champions. De escenario, un estadio ensordecedor, de esos que te obligan a bajar el sonido de la tele para no molestar a la parienta. Y de protagonistas, dos de los grandes clubes europeos. Todo idílico, como si de un cuento de hadas se tratara, hasta podíamos ver a Quasimodo corriendo la banda, aunque desde que abandonara Eurodisney se convirtiera al islam y en un putero. Que el islam prohíbe comer cerdo y te quita el jamón, no a la jamona. Sólo faltaba. Luego el cuento tornó en vulgar remake de peli de miedo Serie B, de esas de cuando nos largaban de eliminatorias equipos del empaque del Lyon o el Irún, pero al menos nos volvimos a casa sin un saco de goles, lo que nos hace soñar con una remontada en el Bernabéu.

El Madrid salió enchufado, a por el partido desde el minuto uno. Presión alta, robando en el medio campo y no dejando pensar a los alemanes, a los que no les quedaba más alternativa que jugar al estilo Clemente: patapum p'arriba y que las bajara Mario Gómez, el único jugador alemán del que hablaré en primera persona, que para eso es el único del que puedo escribir el nombre. El madridismo estaba confiante, mano en los genitales como Bardem en el cartel de Jamón, Jamón. Estaban los chavales tan confiados que hasta decidieron probar a Neuer para que se luciera, como queriendo señalar a la afición que eso sí que es un portero de verdad. Uno se lamentaba de haber apostado los cuartos a un resultado corto a favor del Madrid hasta que en un córner nos cascaron el primero. En otras circunstancias diría que fue un golpe de mala suerte, un barullo en el que los rechaces favorecieron al contrario o, incluso, que el árbitro se comió mano y fuera de juego, pero no. Lo del Madrí con los córners está alcanzando el dramatismo de M.A. con los aviones, así que hasta que nuestro Mourdoc nos drogue para que podamos pasar por esos amargos tragos sin perder el control, no nos queda otra que coger un rosario y encomendarnos a todos los santos. Antes nos comíamos los balones por alto, ahora también por bajo. Algo ayuda el tener a un portero de futbolín, con una movilidad exquisita de palo a palo, pero ojalá tuviera en sus salidas la misma longitud de sus ya indisimulables entradas. Hay mendigos que sueñan en las frías noches de invierno con el cartón que deja ver el pelo de Íker.
El gol nos dejó noqueados. Anduvimos el resto de la primera parte con la mirada perdida, buscando no se sabe bien si el túnel de vestuario, el banquillo o el reloj para poder bajar a que nos graparan el ojo y nos cortaran las hemorragias, que amenazaban con dejarnos KO en el partido de ida. Uno soñaba con que saliéramos del túnel con Altintop a la cabeza, aunque sólo fuera por verle, cimitarra en mano, matando infieles en tierras teutonas, pero más bien salimos encabezados por Harry Potter, dependiendo más nuestro gol de la magia que de un trabajo de acoso y derribo como Dios manda. A medida que pasaban los minutos, la esperanza iba dejando paso a esa sensación victimista que trabajamos tan duro en la época de los López Caro, Juandes y Chústeres. Los recientes desaires de la Corona española obligan al Madrid a hacer honor a su título Real y, si el Monarca se rompe la cadera, nosotros nos partimos por la columna. Algún cartel de Wanted con la cara de Alonso se pudo ver por Múnich. En la rueda de prensa posterior, mis tres meses de alemán en el colegio me ayudaron a entender alguna maldad del tipo de, si además del robo de las botas, también habían secuestrado a Alonso. Seguimos sin noticias suyas, con el bueno de Khedira cubriendo todo el centro del campo y, además, recibiendo las leches de la prensa que no se atreven a lanzar al tolosarra. Con este panorama tan negro, nuestra Santísima Trinidad tuvo a bien manifestarse y darnos el gol del empate.

Sin comerlo ni beberlo, sacábamos un empate fuera de casa en Champions. Con el pito y tal. El Bayern obligado a atacar y nosotros, con tres cambios por delante, podríamos por fin contar con los espacios a lo que nos gusta. Controlar el centro del campo y machacar a la contra. Pues no. Mou sufrió uno de sus ya habituales ataques de entrenador en grandes citas y sacó a Marcelo por Ozil y a Granero por Di María. Ni posesión, ni verticalidad, ni nada de nada. Al contrario de lo que pudiera parecer, colocó al carioca por la derecha, dejando a Coentrao solo contra Robben y Lahm. Y sobre la bocina, Lahm deja atrás a un Coentrao que se va al suelo demasiado pronto, quizás confiando en que alguno de sus compañeros le hiciera la cobertura. Centro flojo, raso y por el centro que Pepe no despeja y Casillas se quedan mirando con el anhelo de poder alcanzarlo si tan solo no le obligaran a estar quieto sobre la línea de gol las cadenas que le atan a la portería. Mario Gómez la pilla y gol y nos quedamos todos con la misma cara de tonto que se le debe quedar a Ramos cada vez que le exijan una respuesta que se aleje del monosílabo. Este es el nivel real de nuestro Real. Y, como la familia real, nos disparamos al pie. Hemos empezado a pensar que, o nos emborrachan al oso y al elefante o nos tendremos que conformar con la caza del pichón.

2 comentarios:

  1. Lo del pichón lo dices por mí????

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    1. Claro que no, hubiera puesto tiro al moro. Y ficharíamos melillenses, que tienen práctica.

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