Ver un partido del Madrid se está convirtiendo en un ejercicio de desesperación que nos acerca al sentimiento de nuestros queridos vecinos del Manzanares. ‘Papá, ¿por qué somos del Atleti?’ era el slogan elegido por los colchoneros para captar socios hace unos años. Ahora bien podríamos adaptarlo a un ‘¿Papá, por qué somos mourinhistas?’. Y es que Mourinho, que se propuso cambiar de arriba a abajo el modo de entender el fútbol en la Casa Blanca, desde la gestión deportiva hasta a la afición, puede realmente conseguir que nadie se vaya del campo con el partido sin terminar: todo el mundo con el culo pegado a la butaca hasta que el trencilla de turno pite el final, con el esfínter bien cerrado para proteger de la flojera intestinal que surge cada vez que el rival tiene una jugada a balón parado.
El año pasado nos clavaban las faltas centraditas porque nuestro portero, San Íker, pensó que siendo él santo (¡y de Móstoles!), no sólo iba a hacer milagros para su afición, que con eso no se ganan Príncipes de Asturias, así que empezó a regalar puntos a los más necesitados. ¡Que aprendan de valores y humildad en La Masía!. Y así se regalaron puntos a un Villarreal desahuciado o a un Málaga en apuros, lo que también sirvió para que su compañero de selección, Cazorlita, pudiera lucirse y firmar un buen contrato en Londres. Y vio Casillas que eso estaba bien. También han debido ver que estaba bien sus compañeros de vestuario, que, admirando este voluntariado social de nuestro capitán, se han unido en el compromiso de hacer un mundo mejor. Ahora Ramos secunda fielmente al capitán, y Pepe, que pese a su innegable compromiso no es muy listo, ha optado por seguir a rajatabla el consejo que su señora madre le dio al abandonar Brasil, ‘donde fueres haz lo que vieres’. También es partícipe de este espíritu tan altruista Arbeloa, que en vez de tanto defender al Mein Führer portugués, podía defender algo su banda. Tan poderoso es el influjo navideño que también a Alonso, Benzema, Özil y casi toda la plantilla parece habérsele olvidado jugar.
Llegará el punto en que hasta los saques de puerta contrarios nos pongan en un serio aprieto. Lo que debería pasarle al Barça a nada que el balón botara un poco alto -que para eso la altura media del equipo rondando el metro cuarenta- le está pasando al Madrí. En un equipo de hombretones altos y fornidos como Ronaldo o Khedira lo lógico es que la sangre nos la hicieran los puñeteros medianos, metiéndose entre nuestras piernas hasta enredarnos y hacernos caer, pero nunca jamás que nos llegara el peligro a balón parado ni por alto. Y a ver qué hace el bueno de Mou ahora, que bastante imagen de ogro tiene ya en este país, aunque seguro que en realidad es un pedazo de pan; porque sino ya me dirán cómo es que ya le vacilan hasta periodistas de aquellos que Los Petersellers describían como ‘intelectuales de gafillas ajustadas a sus caras de melón‘. Mou sabe que no puede convertirse en el Mr. Scrooge de este Madrid y prohibir a sus jugadores repartir regalitos. Así que sólo nos queda ser pacientes y esperar vuelva a ponerse el traje de entrenador para reflotar la nave en Febrero, que es cuando vuelve la Champions, el único título que en el fondo nos importa a los madridistas.
Interesante punto de vista, amic.
ResponderEliminarEstaremos espectantes ^^
Hay que mantener la esperanza. Y más hoy, que es Ntra. Sra. de la Ídem.
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