lunes, 19 de marzo de 2012

Va por usted la muerte de este novillo.

Hoy hace doscientos años de La Pepa, nuestra primera Constitución. Pero no voy a escribir sobre ella, ya hay muchos otros que lo han hecho estos días. Además, como me ponga a hablar de constituciones y llegue a desgranar la actual, acaba pasándome a hacer una visita la Civil y tengo que cerrar el blog. Tan solo recordaré que a la Pepa se le llamó así por ver la luz un 19 de Marzo, día de San José. El santo de los pepes (que no pepés), mariajos y derivados. Y también el Día del Padre. Curioso que se celebre el día del padre con el santo de un hombre que, hasta donde sabemos, jamás fue padre biológico. Quizás ahí está la grandeza de este día. No hace falta que corra la misma sangre por las venas para que un padre quiera a sus hijos más que a su propia vida.

Siempre andamos hablando de las madres, del inquebrantable nexo que las une con sus retoños, como si aún existiera un invisible cordón umblical. Hay quien incluso las eleva a deidad, como El Cuervo, susurrándole a una madre drogadicta "madre es el nombre que dan a Dios los labios y los corazones de los niños". Si hasta en la Biblia se pasa de puntillas sobre la importancia del padre: ahí tenemos a José, un pobre carpintero que bastante tendría con las dudas que le asaltasen sobre la divina paternidad de su retoño, como para que encima le hayan borrado de mala manera de toda la historia. Vamos, que aparece en el portal porque alguien tenía que llevar a la Virgen parturienta, pero si lo hubieran cambiado por un pastor que pasaba por ahí, a efectos de la historia y dado su papel no ya secundario, sino terciario, nada hubiera cambiado. Pues hoy vengo aquí a partir una lanza en favor de todos los padres. Que nunca sabremos qué es llevar una vida en nuestro interior. Cierto. Pero también es cierto que tendremos muchas otras sensaciones para compensarlo. 

De pequeño uno mira a su padre con devoción, con la misma fascinación que un astronauta mirará la tierra la primera vez que alcance el espacio. Los niños acuden a su padre como el adulto a la wikipedia. La fuente de toda sabiduría. El oráculo moderno. Aunque no se tenga ni pajolera idea, con la paternidad se desarrolla una dialéctica y capacidad de inventiva que tiene que mantener engañado al niño. La infalibilidad del viejo, primer axioma de la paternidad. Con los años uno se da cuenta que su padre no es perfecto, pero da igual. Para mí, como supongo que para cualquiera, mi padre es el tío más grande que habrá en este mundo. Ni Julio César, Da Vinci o Mozart. Ni siquiera Mourinho. Y el ir descubriendo sus defectos no hace sino aumentar la admiración que se siente por él porque, siendo perfecto, todo debe resultar facilísimo, pero criar, educar y dejarse la piel día tras para que no falte el pan no debe ser fácil. O, sobretodo, aguantarme. Y desde aquí lo agradezco. Y lo agradezco hasta tal punto que uno, que tampoco es perfecto, hay algunos defectos de los que me siento particularmente orgulloso, y son aquellos que me asemejan a mi padre. Igual con las virtudes, que alguna también habré heredado. Aquello que haga a la gente afirmar con rotundidad que soy su hijo. Con mayor certeza que una prueba de ADN.


Porque, si ahora volviera atrás en el tiempo y tuviera la oportunidad de elegir, de entre todo el mundo, quién tendría la gloria y el honor de ser mi padre, tropezaría en la misma piedra. Lo siento por mi madre porque tendría que aguantarle otro porrón de años repetir las mismas historias una y otra vez. O verle coger la toalla cual capote para hacer las mismas verónicas al viento que ha hecho tantos años. O mirar con tal fruición los bolsos de las señoras hasta el punto que, de no saber que eso nos ha dado de comer, sospecharíamos que cualquier día nos lo íbamos a encontrar con tacones altos y tirando abajo el armario de una patada. O verle presumir con su carnet de periodista, con esa foto de un joven imberbe, de tiempos del Caudillo. O revisitar sus tiempos mozos cada vez que paseas con él por el casco viejo de Madrí. Pues a pesar de todo, le volvería a escoger a él. Algo bueno habrá hecho. Así que, va por usted la muerte de este novillo. Felicidades, papá.

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